Los principios de Marías

Fui a adquirir la muy exitosa novela de Marías Mañana en la batalla piensa en mí. Tengo la costumbre de, apenas salgo de la librería, abrir el libro y leer sus primeras líneas. Ellas me suelen dar unas claves que casi nunca fallan. En este caso, así lo hice también, y no necesité completar ni la tercera para verificar que Marías es un caso de dislexia literaria sin remedio. Ya he hecho notar en varios trabajos que, por lo general, el oxoniense suele tener el primer conflicto con la gramática en el párrafo inicial de libro. En este caso, bate su propio record. ¡Menos de tres líneas! ¿Se dio cuenta alguno de sus botafumeiros -García Posada, Montero y Martín, Conte, Sanz Villanueva, Savater, Muñoz Molina, Molina Foix, Benítez Reyes, Guelbenzu, Saladrigas, Suñén, Castellet, Trapiello, Darío Villanueva, Masoliver...- de lo que yo me di cuenta en seguida entre convulsiones y jadeos? Aquí están las menos de tres primeras líneas:

Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con
una muerta entre los brazos y que no verá más su

rostro cuyo nombre recuerda.

Es evidente que el conocido escritor quiso decir que se recuerda el nombre de la persona -una mujer en este caso- a la que ya no se verá más. Pero lo que dice es que se recuerda el nombre del rostro. "Su rostro cuyo nombre recuerda". Ay, Marías, Marías, ¿es que los rostros -aparte del común de rostro o cara o faz o geta- tienen nombre en tu nebuloso mundo? En serio, ¿por qué no contratas a un corrector de estilo? Así contribuirías a que España siga siendo ese país patéticamente risible que decía Valle Inclán.

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